Aprovechando la relación de la entrada anterior con el mundo de las emociones y la psicología (que al tratarse el caso de Iván Ilich es tocada desde el punto de vista de los enfermos) y dado mi deseo de aportar mi granito de arena para acercar este tema a todo el que pueda, he decidido emplear mi entrada opcional de la tercera evaluación para hablar de Pablo R. Coca, un joven psicólogo clínico y viñetista que nos permite ponernos en la piel de alguien que sufre problemas psicológicos y también de esa persona (o esas) que ayudan desde fuera a quien los pueda estar viviendo.
Para profundizar en las ideas de este autor emplearé material recogido de entrevistas que ha dado para diferentes medios y diversas viñetas de sus dos libros, Esas cosas que nos pesan y Durante la tormenta, que recogen perfectamente todo lo que Pablo cuenta y explica en sus entrevistas y en sus redes sociales, acercándolo tanto a los lectores como a sus seguidores de una manera que, en mi opinión, es muy amena debido a los elementos gráficos que utiliza (los dibujos, la tipografía…) y al estilo que emplea al escribir, que es muy sencillo y entendible para todos, especialmente para aquellos que alguna vez hayan pasado por algún problema como los de Occi, uno de los dos protagonistas de ambas historias.
Como ya he comentado, la entrada anterior me dio una idea para desarrollar esta de manera similar, aunque en este caso no iré analizando fragmentos de cada libro como tal, sino que emplearé algunos de ellos para ilustrar las explicaciones y la información que aporte sobre el autor y sus ideas y temas principales, es decir, aquellos que suele tratar en sus entrevistas y redes sociales. Así que, una vez introducida la entrada, empezaré a tratar los temas fundamentales de esta (antes de nada, aclarar que todas las imágenes de viñetas están sacadas de la cuenta de instagram de Occimorons o de fotografías que yo misma he hecho a los libros de Pablo R. Coca).
En estas dos viñetas de Esas cosas que nos pesan podemos apreciar
que el propio Occi era inicialmente recio a pedir ayuda, pero terminó
haciendo caso a Morons y acudiendo a terapia.
Una vez iniciado el tema de la terapia, es fundamental hacer ver los tabús y barreras que existen aún a día de hoy en torno a ella, que son algunas de las principales causas por lo que muchas personas rechazan la ayuda profesional, y también algunas de las soluciones posibles para ellos.
Comenzaré por la que creo que es determinante y que la mayoría de la gente tiene en cuenta cuando quiere empezar un proceso terapéutico: la situación económica.
A día de hoy, todo aquel que desee disponer de un tratamiento psicológico de calidad debe hacerlo por la vía privada, debido a la insuficiencia de recursos existente en la sanidad pública en el ámbito de la salud mental, un panorama que el propio Pablo describe como «desolador». Estas cuestiones económicas son las que impiden a muchas personas empezar a terapia o las obliga a dejar su tratamiento, dada la imposibilidad de hacerlo por la vía pública, que carece de continuidad, llegando a haber listas de espera de meses (que pasan del año en muchos casos), incluso para pacientes que hayan manifestado conductas o pensamientos suicidas, y, una vez iniciado lo que supuestamente debemos llamar “proceso”, una discontinuidad que obliga a muchas personas a esperar entre tres y seis meses para poder acudir a cada cita. De esta manera, dice Pablo, «iniciar un proceso terapéutico es inviable», por lo que se debe hacer todo lo posible para establecer una atención pública de calidad para la salud mental, en un entorno en el que solo cinco de cada cien euros invertidos en sanidad pública se destinan para la salud mental.
Otra gran barrera es la cultura en la que vivimos actualmente, que fomenta una positividad tóxica basada en frases motivacionales (e inútiles) como «nada es imposible», «el tiempo todo lo cura» o «lo que no te mata te hace más fuerte», entre muchísimas otras que nos llevan a crear realidades utópicas donde es posible ser feliz todo el tiempo y en las que la cura se puede hallar en la famosa «fuerza de voluntad» o fingiendo una sonrisa que realmente no queremos mostrar y que se supone que a la larga nos terminaremos creyendo.
Esta cultura, a su vez, invalida las emociones de quien padece algún problema psicológico culpabilizando y castigando a quien sufre, invisibilizando el malestar e impidiendo la comunicación acerca de este. Genera también un estigma sobre las personas que acuden a terapia manifestando que «no pueden más», haciéndolas creer (tanto a ellas como a su entorno) que son personas «débiles», que no tienen «suficientes motivos» para estar mal o que no saben resolver sus problemas por sí mismos. Antes de continuar, quiero hacer una aclaración acerca de esto último: en mi opinión, es cierto que en ocasiones no sabemos resolver nuestros problemas por nosotros mismos, y es por eso que acudimos a terapia, para aprender métodos o recursos que podamos emplear para lidiar con las emociones o situaciones que nos superen, igual que acudimos al oculista cuando tenemos problemas de visión, al dentista en el caso de los dientes o a cualquier especialista del que necesitemos ayuda.
Para terminar con este apartado, es importante mencionar también esos consejos basados en las frases antes comentadas que muchas veces damos pensando que ayudaremos a la persona que sufre, pero que en realidad solo aumentan el sentimiento de culpa y malestar, y que por tanto debemos evitar a toda costa.
La última barrera de la que habla Pablo en sus entrevistas es el pensamiento de que «somos los únicos» que padecemos el problema, lo cual es una consecuencia de los otros dos aspectos explicados anteriormente, dado que la cuestión económica impide acudir a una terapia sobre la que tampoco se habla por culpa de la cultura, que es contraria a ella. Esto genera, de nuevo, una invalidación emocional que, por ejemplo, provoca en muchas familias que los hijos no hablen con sus padres sobre lo que sienten por el rechazo que reciben cuando estos hablan de los problemas como si fuesen «cosas de la edad» o algo que «ya se le pasará», lo que cada vez está más claro que no es así, algo que se está haciendo ver en los últimos años con los numerosos casos de niños y jóvenes que llevan a cabo intentos de suicidio, el cual acaba siendo inevitable en muchas ocasiones.
Ahora que hemos hablado ya de todos estos problemas, ¿qué podemos hacer para solucionarlos? Pablo habla de varias soluciones que, a pesar de que llevan años desarrollándose actividades para llegar a ellas, siguen estando muy lejos y requieren aún mucho esfuerzo para alcanzarlas.
Para empezar, es fundamental comenzar a hablar de estos temas (los vínculos afectivos, la necesdad que muchas personas tienen de ser «productivas» para sentirse suficientes, el suicidio…) con naturalidad, especialmente en los centros educativos, donde se dan miles de casos de acoso y cantidades increíbles de adolescentes manifiestan, como antes he comentado, conductas o ideas suicidas. Para ello, también es necesario aumentar la formación del personal docente en cuanto a temas relacionados con la psicología y también el número de psicólogos u orientadores en los centros. Todo esto ayudaría además a aprender a establecer unos parámetros definidos a la hora de saber cuándo necesitamos pedir ayuda profesional, algo cuyos límites no sabemos reconocer en la actualidad en la mayoría de los casos y que es habitual en los discursos de Pablo.
Tiene relación con esto otra de las reivindicaciones que hace Pablo a diario, que son las inversiones en el ámbito de la salud mental en la sanidad pública, donde cada vez hay más recortes y menos recursos para una gran demanda de pacientes que aumenta de manera exponencial. A pesar de que se ha llevado a cabo alguna campaña (sin demasiada importancia) y se ha puesto a disposición de la población un teléfono para la atención frente a la conducta suicida, estas medidas son algo ínfimo en comparación a las necesidades que hoy en día existen, dado que la red sanitaria no está preparada para la demanda, que requiere una amplia formación en relación a la problemática del suicidio. Pablo reconoce que esto de las inversiones es un proceso que lleva su tiempo, pero expone también que es algo que lleva años siendo reivindicado y que sigue sin tenerse apenas en cuenta, lo que se puede apreciar al ver que el presupuesto destinado a la atención de la salud mental es mínimo en comparación al de otras especialidades.
Por último, nuestro protagonista habla de otra importante necesidad que ya hemos tratado, que es la de establecer redes para apoyar, escuchar y acompañar a quien lo esté pasando mal, lo que ayudaría también a acabar con esa positividad tóxica y con la creencia de que estar bien depende únicamente de la propia persona, así como con esos consejos que se dan de manera innecesaria y muchas veces impertinente, que se deben sustituir por el acompañamiento y la escucha que casi siempre son lo único que le hace falta a la persona que padezca el problema.
Estos son los principales temas que Pablo ha tratado en sus entrevistas, pero también en sus redes sociales trata muchos otros y profundiza en algunos que toca de manera más superficial en los medios de comunicación, como pueden ser el acoso escolar, los TCAs (Trastornos de la Conducta Alimentaria) o los traumas infantiles.
Aunque ya he explicado los temas fundamentales que aborda Pablo en su día a día, terminaré por hablar un poco más a fondo de su proyecto, Occimorons, sus libros y el papel de las redes sociales en torno a la salud mental, antes de concluir la entrada dando mi opinión acerca de todo lo tratado en ella.
Comenzaré por hablar sobre Occimorons, un proyecto que comenzó el 4 de abril de 2020, cuando Pablo subió a Instagram su primera viñeta, una que dibujó con su hermana y que decidió publicar para tenerla guardada en una cuenta que emplearía a modo de recopilatorio de sus ilustraciones, pero que terminaría viralizándose y dando inicio a todo lo que Pablo ha alcanzado hasta día de hoy. Él mismo habla de que el arte le permite pasar tiempo agradable con su hermana sin que les molestes esas «voces negativas que tiene en su cabeza» (no olvidemos que ella padece esquizofrenia) y describe las viñetas como una herramienta muy importante para hablar sobre la temática de la salud mental, hacer pensar a los lectores sobre ello y dejar espacio para que cada persona haga su lectura (y, por tanto, su propia interpretación) de los libros.
En cuanto a sus libros, tanto Esas cosas que nos pesan como Durante la tormenta son recorridos por el proceso de una persona, Occi, que lo pasa mal y que inicialmente es reacia a pedir ayuda profesional, lo que le genera discordancias con un ser cercano que trata de ayudarle, Morons. Tras varias conversaciones, Occi se da cuenta de que realmente necesita acudir a terapia y acepta los consejos de Morons, que le acompaña en todo momento a pesar de que en ocasiones se le hace realmente complicado. Ambas historias muestran las dificultades que pueden obstaculizar el camino de alguien que necesite ayuda psicológica (problemas económicos, soledad, autoculpabilización, miedo ante el futuro…), pero, hablando más a nivel de opinión personal, yo diría que la principal diferencia entre ambos aunque tratan temas iguales en casi todo momento, es que Esas cosas que nos pesan se centra más, como bien expresa el título, en esos problemas que invaden a Occi en su día a día, mientras que Durante la tormenta da a conocer cómo es el proceso de acompañar a alguien que sufre, al cual “la tormenta” hace referencia en el título del libro.
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